jueves, 31 de diciembre de 2009
Faltaba poco para año nuevo, tan sólo unos veinte minutos y los fuegos artificiales comenzarían a estallar. Giré y encontré la forma de escabullirme de mi grupo de amigos sin siquiera ser notada. Todos los años nos juntábamos en el mismo salón a festejar un nuevo año de amistad, un nuevo año de vida.
Pero en esta ocasión todo era diferente… todo. Salí por la puerta trasera y caminando lentamente llegué hasta el claro del bosque que se había ganado el puesto número uno de mis lugares predilectos. Bebí un sorbo más de champagne para darme energías y frené las lágrimas que luchaban por escaparse de mis ojos.
-¿Qué anda mal…? – me giré para encontrarlo allí, vestido de gala con su mejor traje, sus ojos marrones posados en los míos
-No pensé que te habías dado cuenta de que me había marchado… - susurré avergonzada, él simplemente me abrigó rodeándome con sus brazos.
-Puedo escucharte si lo quieres…
-¿Qué nos pasó Max…? – pregunté confundida a mi ex novio, apoyando mi rostro sobre su cuello, él tembló por el roce.
-No lo sé… - me susurró y descubrí que él estaba tan confundido como yo. Intenté sonreír pero no pude. – Recuerda que tú terminaste conmigo – su reproche me dolió… si tan sólo supiera. – tal vez me dejaste de amar.
-Estoy enferma Max… me estoy muriendo…
-¡¿Qué?!- me separó bruscamente por los hombros, su rostro desencajado por la sorpresa- ¡¿Cómo que estás enferma?!
-Me pronosticaron cáncer el mismo día que terminé contigo… escucha… no puedo evitar lastimar a mi familia… pero sí podía alejarte de mí para que no sufrieras… por favor, entiéndelo, no tiene sentido estar con alguien que se va a morir pronto…
-Eso lo decido yo – su voz sonó firme, casi como un grito.
-Pero…
-¡Te amo Scar!, y no voy a permitir que tus miedos nos separen, ¿me escuchas? – me abrazó nuevamente, esta vez más fuerte, y pronto me di cuenta de que ambos llorábamos
-Pero no quiero lastimarte… no puedo controlarlo…- grité desgarrándome de dolor internamente – los médicos dijeron que había tantas probabilidades de morir como de vivir… ¡no puedo atarte a mí!
-Entonces vamos a luchar porque vivas… - su sonrisa me descolocó completamente, ¿es que no comprendía la magnitud del problema? – tú eres mi razón de vivir… entonces yo lograré que vivas por mí también – me besó en el exacto momento en que las campanas de la medianoche sonaron… había comenzado un nuevo año.
Seis años después…
-¡Maxwell Leiowitz ven ya mismo a cuidar de tu hija! – me quejé cansada de tener que andar juntando todo lo que la niña de dos años de edad dejaba tirado por doquier.
-¡Vamos cariño, libérate un poco! ¿Es que no ves que la pequeña Hope sólo se está divirtiendo? – me abrazó por la cintura y ambos nos quedamos embobados viendo a nuestra niña, ya no sólo tenía una razón de vivir sino dos.
Atenea ♥
16:09
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